lunes, abril 21, 2008

De la revista palabras al sol

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por

Liliana Varela



De pequeña, recuerdo haber visto en la casa de mi abuela una estatuilla extraña que, según decían los mayores, tenía la habilidad de fumar un cigarrillo si éste se le ponía encendido en la abertura que hacía las veces de boca; todo el mundo estaba asombrado de aquel milagro incluyéndome por supuesto.

Esa figura regordeta poseía muchísimas bolsas que colgaban de su espalda y cuyo contenido consistía en granos de arroz, de maíz, semillas de toda clase, hojas de té e incluso trozos de tela, algodón y hasta dinero entre otras cosas aún más extrañas.

Lógicamente estaba prohibido sacar o vaciar el contenido de esas bolsas ya que ello acarrearía miseria e infortunios al lugar donde se encontrase dicha estatuilla.

Con el tiempo descubrí que ese hombrecito de aspecto regordete, que llamaban coloquialmente “Equeco”, era el Dios Andino de la abundancia.


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El Ekeko es un muñeco de terracota que puede presentarse en varios tamaños, (aunque generalmente tiene unos 20 cms de altura). Representa a un hombre con las típicas vestiduras de la región andina que se extiende desde el centro de Perú hasta el noroeste de la Argentina. De su cuerpo cuelgan pequeñas bolsitas, que a modo de alforjas contienen cereales, tabaco y billetes enrollados que funcionan como exvotos para propiciar la adquisición de bienes materiales. El poseedor del Ekeko puede agregar nuevos exvotos en miniatura que se colgarán de la estatuilla o se ubicarán a su lado, representando aquéllo que se desea obtener.

Su fama de fumador es bien conocida en el mundo andino, y para que surta efecto , es necesario que el Ekeko no haya sido comprado por el usuario sino que éste lo haya recibido como regalo (e incluso lo haya sustraído). Se cree que así como este personaje puede cumplir con los deseos de sus dueños rápidamente, también puede quitárselos con la misma velocidad, por ello el significado del cigarrillo está en el humo que representa la vida que se consume a pasos acelerados mientras tenemos abundancia (o no).

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Nota de Maria Fischinger: Mi padre compro un equeco cuando yo era ya casi una adolecente y lo consideraba como un pedazo del arte y de la cultura nativa de la region.

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