viernes, agosto 31, 2007

Terremoto en Perú (2007)

Porfirio Mamani-Macedo

No puedo orar, ni llorar, pero oro
en el silencio frío de la tarde que se va.

No hay ventana ni puerta ni adios,
porque no hay casa ni habitante que se va.

Todo queda en el pecho,
todo permanece en la memoria
porque el dicho olvido no existe para mí.

Los escombros a mis ojos llegan
como heridas fulminadas por un rayo.

Y llamo a mis parientes desde lejanas tierras,
llamo desde este muro que me aplasta,
y el teléfono no suena : extrañas voluntades lo cortaron,
para preservar sus onerosos dividendos.

Estoy bajo los escombros de la tierra
y respiro, y no respiro, y vuelvo a respirar.

Me llaman por mi nombre y no contesto,
no tengo voz, ni fuerzas ni camino,
estoy bajo una piedra, atrapado por el miedo.

Se oye otra voz, un llanto de niño, de padres, de amigos.
Se oye la tierra que vuelve a la tierra,
y yo estoy aquí, abrazado a un cadáver,
al cadaver de mi cuerpo, el tuyo, el mío.
Estoy aquí regado en el camino.

Oigo a lo lejos sirenas que se van,
y no me llevan, me dejan,
enterrado en el muro que construyó mi padre,
me quedo en la casa de mis padres,
en la casa de mis hijos, en mi casa para siempre.

Estoy herido, muy herido
en la carne y en el alma
estoy herido hasta el fondo de mis ojos,
hasta el fondo de mis huesos.

Yo no sueño nada, pero sueño con mañana.
No todo termina aquí, padre, hermano,
amigo que te quedas sentado en esa piedra acongojado,
que no te venza la orfandad,
ni el oscuro río de la muerte.
Mira aquella luz, el camino, la esperanza, la fe ;
oye la voz que llama en el desierto.

No fue el mar, fue la noche,
la antesala de la noche.
Debeis continuar y construir otra casa,
una casa más grande y más fuerte,
la casa de tu cuerpo, la casa de tu vida.

En este rincón de la tarde, oro
muy callado, en medio de los ruidos del mar,
del mar humano que gime de dolor,
y oro a Dios, a la Virgen, a los Santos que olvidé,
por irme por otras sendas más oscuras,
a gastar mi tiempo, mi energía y mi yo.

Aquí estoy sin una lágrima, enterrado
y renaciendo a orillas de este olivo
más allá del viento, más allá del mar.

Porfirio Mamani-Macedo
París 18 de agosto, 2007

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