Doña Avelina debió ser muy bella en sus tiempos mozos. Alta y de facciones atractivas aun pasado los sesenta años, su rostro reflejaba una gran paz. Ella usaba el traje tradicional indígena de la sección aimara y era dueña de una pequeña tienda que estaba localizada cerca del cementerio central de la ciudad de Puno.
Doña Avelina era la cocinera de la casa de Driano y debido a la deferencia que Driano tenía por ella, les prohibió a sus hijos darle órdenes o llamarla por su primer nombre.
- Doña Avelina es una dama y hay que tratarla como tal, estableció Driano.
El temperamento templado de doña Avelina atraía a la hija más pequeña de Driano a la cocina. Dona Avelina con mucha paciencia respondía a las mil preguntas que la niña le hacia y dejaba que esta le ayudara en la preparación de los alimentos a pesar que la pequeña le entorpecía su trabajo. Mientras pelaban papas o picaban verduras, Doña Avelina contaba como había conocido a Driano y como fue que entro al servicio de esa casa.
-Yo tenía un puestito cerca a la quinta de tu padre y estaba vendiendo frutas. Una amiga estaba sentada a mi lado y estábamos conversando. Escuchamos a nuestros hijos dar gritos de gusto y corriendo vinieron a mostrarnos una moneditas.
- ¿Quién les dio esas monedas?- preguntamos asombradas.
- Un joven – respondieron los chicos, gustosos.
Nosotras miramos hacia donde ellos apuntaban y vimos al joven más guapo y elegante que pudiéramos imaginarnos que venia caminando hacia nosotras.
Después de hablar con él, yo pensé que me convendría trabajar como sirvienta en la casa de ese joven y así fue que unos días después le ofrecí mis servicios. No me equivoque, él ha ayudado mucho a mi familia.
Cuando llegó la película de Blanca Nieves a Puno, Driano compró los boletos para toda la familia incluyendo a las personas que trabajaban en su casa. La Señora Avelina, siempre analizaba toda información y sacaba una moraleja o un paralelo que a la vida diaria.
-Niñita, viste como era Blanca Nieves, morenita con ojos negros grandes exactamente como tú y desde entonces llamó por este nombre a la niña.
-Yo estaré en esta casa siempre que el Doctor me necesite. Yo podría vivir bien manejando mi pequeño negocio pero mientras tu padre necesite de mis servicios yo estaré aquí, decía doña Avelina.
Sus palabras eran sencillas pero jamás de sus labios salió una mentira, era un modelo de honradez. Doña Avelina, era una mujer extraordinariamente sabia a pesar de que jamás asistió a la escuela.
Maria Fischinger@ Bled, Eslovenia
Más te daña el insulto que das que el que recibes. - Maria Fischinger @Bled - 2007
sábado, octubre 13, 2007
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